Sin una mitad estaba vacío.
Una cerveza sin compartir: una cerveza para uno.
Ya ni recuerdo de donde venia;
Y tras la decepción solo quería esa cama a diez pisos de altura.
El cielo con perfume a sabanas usadas.
Camino, y mientras camino, siento que algo esta perdido.
La tapa y la gomita de mi lápiz mecánico preferido se habían desprendido.
¿Donde estarán?
¿Cuando fui tan distraido?
¡Así no va a funcionar!
¡Como que no va a funcionar, claro que va a seguir funcionando!
¡No! ¡Ahora esta incompleto!
¡Además se van a perder las minas porque no va a tener la tapa, es inservible ahora!
¡Tengo que encontrar la tapa y la gomita!
Vuelvo por donde recién había pasado,
inspeccionando cada rincón de las baldosas del previo recorrido.
Como una broma del destino voy encontrando tapitas y gomitas de otros lapices y lapiceras. Ninguna era la de mi lápiz mecánico.
Llego a unas baldosas que ahora estaban acompañadas de sillas;
Había llegado al Ponte Veccio. Viene la "Moza amiga" y me pregunta si puede ayudarme.
Le explico con el corazon en la garganta cual había sido la perdida.
Otros clientes, casi con la muzzarella en la boca, deciden acompañarnos en la búsqueda.
¿Que buscamos? ¿Es una lapicera?
No. ¡Es la tapita y la gomita de mi lápiz mecánico!
¿Y esas que tenés en la mano no sirven?
NO, son de otros lapices.
Tienen que ser la del mio si no va a quedar incompleto.
Entienden el capricho: y así preguntan:
¿Y el lápiz no lo tenias en otro lugar antes?
Es cierto... ¡Lo tenia en la mochila! ¿Donde deje la mochila?
¡ En el bar! ¡ Pero que tarado! ¿Como pude olvidarla en el bar?
Voy corriendo en dirección opuesta. Supuestamente estaría en la esquina de Rivera y Soca, Pero ya había pasado por ahí. Paso la plaza y veo la mochila desde lejos en la estación de servicio. Probablemente seria la estación de Bulevar, ya había dado tantas vueltas que todo perdía sentido.
¿Que estaba buscando?
¡ Si, la mochila! Estaba frente a un auto que estaba cargando nafta.
Corro pero solo para presenciar lo inevitable; Dos ruedas del auto aplastan la mochila, mi mochila negra...
No te sacaba a pasear hace rato, te sustituí por otras mas practicas, pero ninguna guardaba lo que vos ocultabas en la oscuridad. El cierre roto era la fachada perfecta para disfrazar secretos que estaban a plena vista.
Secretos y Recuerdos ahora aplastados por un descuido,
por intentar invocar un fantasma embriagado con una cerveza.
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