jueves, 18 de mayo de 2017

El baile

Ahora solo recuerdo pedacitos de una larga escena. Una situación violenta provocada por una persona que imponía el movimiento de todas las cosas con la percusión que hacía con su pie. Familias, amigos, y tantas otras relaciones quedaban quebradas por el ritmo de un sólo hombre desagradable que impartía duda y confusión: una interferencia a la música de nuestro interior. El momento decisivo fue en una azotea, era hora del encuentro y el enfrentamiento. Estaba en juego el honor de mi familia India. Si, era un ritual, muy particular, hindú. Yo no era el yo que ustedes conocen, era quien fue para que yo pudiera ser quien soy en esta era problematica de Kali. Bailé. Bailé haciendo retumbar el piso. Bailé con una canción que jamás había escuchado; bailé la canción de mi corazón. Todo el ruido del hombre desagradable no podía competir con el trueno de mis pasos. Uno a uno, la familia se suma al enfrentamiento; jóvenes y viejos aportan toda su energía con su propio paso. Es una batalla sin igual, con lágrimas felices de liberación. Nuestros cuerpos están sincronizados sin semáforos ni aduanas  adoptando​ el movimiento de ese espíritu liberado. El acto final es uno de sacrificio; hay que interpretar el fin, la muerte de un ciclo. Me acuchillan durante un abrazo traicionero. Pude preverlo antes, y actuar como muerto. Entonces, cuando el traidor se distrajo, recibió su merecido. Yo soy la muerte sin olvido. Soy la canción que aprendí mientras que soñaba otra vida. Y ese aprendizaje será eterno.