Un muñeco. Yo tenia en mi poder un muñeco que me daba poderes según los
accesorios que tuviese puesto. Poderes necesarios para enfrentarme a ese
templo que no dejaba de sumar pisos en escaleras de sacrificios. Todas
las criaturas que cruzaba me llamaban por un nombre corto que no puedo
pronunciar. Remuevo la cara al muñeco y le coloco una máscara a su
cráneo. Ahora soy de piedra y puedo flotar por todos los precipicios
transportándome sin que nada me haga daño. Voy a estar inmóvil
hasta que llegue a encontrar el tesoro hecho espada que esta escondida
en el ático de la casa. Busco y busco para solo encontrar juguetes
dorados. ¿Cómo voy a librarme de los Demonios con esto? Ellos estaban
hablando de mi en la parrilla esperando que bajara de este lugar que
muchos de ellos mismos reconocen que no subirían. ¡La espada! Que rápido
olvido que nada es para mi sino para mi muñeco, y yo soy él. Con una
cimitarra que convierte la sangre en arena me abro paso a una galería de
puertas donde se escuchaban gemidos de orgías fantasmales. Hay una
habitación que no me permite entrar con la máscara, la veo borrosa desde
el otro lado del pasillo cubierta por un hechizo que genera vértigo y
malestar. Los espíritus gritan ese nombre que no puedo pronunciar, tengo
que llevármelo a la realidad ya que en el nombre hay otro poder. Tengo
que llevármelo pero recordar me va a hacer despertar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario