Fui a buscarla a su casa.
Hace mucho tiempo que no salia de ahí.
Toda la
casa estaba ocupada por una densa oscuridad.
La acompañaba Pablo, que
estaba sentado en una silla y me dice en un susurro:
¿Te fijaste en las
velas?
No había electricidad y la luz de las velas era tan débil como si
estuviese moribunda.
Ella no quería salir y así, como la luz de esas
velas era succionada por la casa,
así también sucedía con la vida de
ella.
La tomo de la mano, ya no había ninguna otra forma de hacerlo.
Ella no dejaba de mirar atrás, y casi llegando a la puerta de salida,
por las ventanas del patio interior, pude ver en un pestañeo el reflejo
fantasmal de su Mamá acompañando, sobre el respaldo de una silla, a su
Abuela sentada.
De repente me ericé pensando como nos dejamos atar por los
recuerdos.
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