Voy a saltear la escena en el patio de barro, la pelea entre compañeros
por una brillante pelota de tenis. El peso que perdio uno de ellos al
disolverse el espiritu oscuro que llevaba guardado en su mochila de
cuero. Un monton de niños viejos volvian a su casa. Gigantes uniformados
de pantalones cortos. El rostro de el reaparece en el barro de la casa,
el era negro gris con rastas y pasando los 40 años. Cierro la puerta y
me encuentro con otra inquilina en una casa dentro de una
casa. Estaba inconclusa o mal hecha quizas; con puertas y escaleras que
no iban a ningun lugar. Ahi viviamos.
Somos esa gente rara de la que
los niños inventan historias, le digo. Ella asiente con la cabeza
mientras presiona el interruptor para abrile a una compañera mucama que
vemos desde una pantalla en el vertice de la habitacion. Ahi no hay nada mas que paredes blancas y una puerta que esta a mas de un metro del
piso. El timbre sigue sonando y ella no entra, hay una interferencia de
imagenes todas perturbadoras, ella no puede entrar y algo esta pasando.
Al estar cerca de la pantalla nosotros mismos somos la interferencia y
vemos en ella las imagenes de nuestro propio futuro.
Ahora ya nada tiene
sentido, nos quedamos viendo que va a pasar y en esa espera solo sucede
el caos. El piso es techo y el techo otra pared. La puerta sigue siendo
puerta pero no sabemos como abrirla. Queremos salir del futuro, de la
vision de la posibilidad que solo aparece en esa pantalla donde el
interruptor no abre la puerta. Nos gritamos para ponernos de acuerdo que
todo lo que esta pasando lo estamos pirando, esto es nuestro propio
invento. Lo repetimos hasta poder cruzar la puerta. Desde una escalera
que no viene de ningun lugar llega un guardia.
_¿Cuanto tiempo estuvieron
alla?
_Unos minutos nomas.
Y nos entrega un papel que no llego a leer
porque voy a despertar.
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