Voy al sofá de casa donde reposaban mis hijos;
Dos pequeños gemelos. Uno se destacaba, era inevitablemente el preferido.
Tiene la habilidad de sonreír, de pronunciar el nombre de su Papá.
Y así sonreíamos.
El pequeño sabia mucho mas que esas cosas simples.
Con mirada peleadora y haciendo gestos con las manos que parecían conjuros de un Mago mantenía un lenguaje nuestro en donde advertía cada secreto que me compone como persona, los sabia todos y jugaba con el hecho de saber y con la posibilidad de publicar al mundo todo lo escondido.
Siento que goteo; Voy corriendo al baño.
Frente al inodoro sangro, y esa sangre se oscurece a un color negro coagulado.
Para cambiar nuevamente a un aterrorizante rojo brillante.
Despierto.
Voy al baño.
Me toco.
Y todo es normal...
Hasta que empiezo a caminar por un pasillo sin techo.
Una estructura que se va develando casi como un laberinto.
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