Me sorprende como aparecen los recuerdos bajo la ducha minutos antes de salir a trabajar. Como había dejado de lado ese 98 tan extraño;
Las noches de wisky y habanos en el living de X; Rodeados de botellas de CocaCola a medio tomar y ya sin gas;
Cramberries, Cat Stevens... Guitarras y un cassette de Silvio Rodriguez que jamás devolví.
Un item que me lleva a la Noche Jipi y un Amanecer Helado que comparti con María y Rodrigo. ( como empecé a odiar a los Jipis de 16 años, a cualquiera de 16 años.)
Que tonta es la tristeza de un adolecente.
¿ Que es lo que hace que todo se sienta tan agudo como catastrófico?
¿ Es un reordenamiento químico? Seguro un desbordamiento Hormonal.
¿ Que te inspira a mutitarte luego de una negativa?
¿ Quien es tan importante como para que toques ese timbre de atención?
A los pendejos les cuesta lidiar con el desprecio.
Y digo pendejos mas allá de cualquier edad. Es simplemente un estado mental.
Fue así como recibí la llamada de Cecilia llorando y pude entender entre el lloriqueo que Ruth se había cortado las muñecas en la Playa Ramirez.
Que imbécil.
Que estúpido que fui al reaccionar frente a todo eso.
Ahora con menos detalles puedo recordar la noche anterior:
Esas salidas de vinos baratos e intoxicación.
Nos sentamos en un banco del Parque Rodó.
Ella estaba rara; Muy afectuosa; Mas de lo común.
Un abrazo que se siente como despedida.
_ ¿ Me estas diciendo adiós?
_ Si.
_ ¿ Que mierda vas a hacer?
Ella sonríe.
Se asoman sus dientes: esa sonrisa burlona, infantil... estúpida.
_ Dejate de estupideces. ¿ Me oíste?
Se ríe y deja de mantener la mirada.
Cambia el rumbo de la conversación y en unos minutos nos relajamos en un abrazo.
Siento que tengo todo bajo control.
Que ella se siente mejor.
Yo la hice sentir así...
Hasta que llego la duda.
Hasta que llegaste vos.
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